domingo, 27 de noviembre de 2011

Prólogo: Tyler

Mayordomos

Los portones de la cárcel se abrieron con un enorme chasquido, la luz entró y deslumbró al joven prisionero. Cuando su vista se acostumbró nuevamente a la luz del día pudo ver las calles de Marlenia. La cárcel estaba ubicada en un pequeño montículo desde el cual podía observarse gran parte la ciudad.

Los guardias que lo escoltaban lo llevaron fuera del recinto, uno sacó unas llaves y le quitó las esposas.

—Ya eres libre, vagabundo —dijo un guardia—. ¿Se te han hecho largas estas tres semanas?
—Un poco más que la última vez —respondió mientras hacía crujir los nudillos—. A todo esto ¿Dónde están mis pertenencias?
—Sus pertinencias dice…—se burló uno de los guardias mientras le entregaba la lanza y la katana—. No queremos volverte a ver por aquí, vagabundo. Sabemos que solo armas alboroto para tener comida y alojamiento gratis durante un buen tiempo.
—Tranquilos chicos, ahora ya tenía ganas de perderos de vista… —contestó el joven mientras se marchaba.

Bajaba por la única y empinada calle que conducía a la cárcel. Andaba con energía y con cara sonriente. Su nombre era Tyler, Tyler Nielsen. Era un joven de diecinueve años, alto y fuerte, su estado de ánimo se veía reflejado en sus ojos verdes, estaba de buen humor. Tenía el pelo de color castaño oscuro, lo llevaba largo, por debajo de los hombros, solía hacerse una cola pero en aquel momento lo tenía suelto y despeinado tras haber estado unas semanas encerrado en el calabozo. Sin embargo mantenía la ropa limpia, vestía un elegante habillamiento de carácter militar, propio de un alto rango, mientras que en las piernas llevaba unas grebas hasta la altura de las rodillas.

Era ya casi mediodía, la ciudad estaba rebosante de actividad, las calles estaban llenas de gente. Todo seguía igual que siempre, parecía que nada hubiera cambiado. Para Tyler el tiempo se había detenido hacía un año dentro de las murallas de Marlenia. Fue esclavo durante mucho tiempo, más tarde fue adoptado por un ex-político de Marlenia llamado Jegrand Nielsen, el cual le educó y cuido de él como si de su propio hijo se tratara. Su nuevo padre fue el líder de un grupo revolucionario popularmente conocido como Liberum Iter, partidario de la revolución, de reformas sociales y de erradicar los privilegios e igualar los tres estamentos sociales.

Tras la muerte de su padre y de todos sus compañeros a manos de los guidarios al sofocar el movimiento había sido encarcelado y poco tiempo después puesto en libertad. Sin embargo, lo había perdido todo. Había buscado información en los registros de la oficina oficial de Marlenia, cara al público habían sido tildados de terroristas y de querer atentar contra la seguridad nacional, además de muchas otras mentiras para encubrir los hechos reales. Según esos informes había sido el propio mayordomo de Jegrand Nielsen quien había destapado el movimiento e informado a los guidarios. Nunca tuvo donde volver, todos los bienes y propiedades de su padre habían sido requisados y ni siquiera se le informó donde les habían enterrado o qué habían hecho con sus cuerpos.

El número de gente se había reducido drásticamente en las calles de la ciudad, todo estaba más tranquilo, la hora de comer había llegado. Después de mucho andar Tyler había llegado a una gran plaza con una gran fuente en el centro, se sentó en un banco cerca de la fuente y sacó un pequeño bolsito lleno de galletas.

—Creo que empezaré a distribuirme la comida de forma que me dure más… —se dijo a si mismo. De pronto le sonaron las tripas—. No, espera. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Estuvo tumbado en el banco bastante rato y terminó por dormirse. Cuando despertó ya era media tarde, iba a dar otro de sus largos paseos cuando de pronto oyó su nombre, lo llamaban unos niños. Se acercó mientras les saludaba con la mano y se sentó de cuclillas para estar a la misma altura que ellos.

—Hacía tiempo que no te veíamos, Tyler —le saludó un niño de pelo rubio—. Nos habías prometido que jugarías con nosotros.
—Llevas el pelo muy despeinado ¿Sabes? Toma —le dijo una niña mientras le alargaba una cinta—. Estábamos muy preocupados ¿Sabes?
—Disculpadme chicos, estuve tres semanas en la cárcel —se excusó mientras se hacía una coleta—, no encontraba ni comida ni alojamiento, así que me vi obligado a armar un poco de alboroto.
—Mi madre me ha dicho que puedes venir a comer a casa cuando quieras —le contó un tercer niño de pelo rizado.
—La mía me ha dicho que puedes venir a dormir a casa cuando quieras ¿Sabes? —añadió la niña.
—La mía dijo lo mismo —dijo el niño rubio mientras reía.

Tyler terminó de hacerse la cola, sonrió y les dijo mientras se rascaba la cabeza:

—Algún día vuestros padres querrán cortarme la cabeza ¿Sabéis? —se los quedó mirando un buen rato, después de un corto silencio preguntó —¿Queréis jugar a algo?
—¡Hoy no podemos, estamos muy ocupados! Esta noche es la feria de los fuegos caídos —le explicaba el niño de pelos rizados muy ilusionado—, será genial.
—Tú también podrias venir ¿Sabes? —dijo la niña con el mismo tono de siempre—. Te divertirías ¿Sabes?
—Vale, vale —dijo Tyler haciéndoles callar—, esta noche intentaré pasarme por ahí.
—¡Nosotros debemos irnos ya! Te vemos esta noche en la feria ¿Vale vagabundo? —se despedía el niño rubio mientras los tres niños marchaban—. ¡Ya jugaremos otro día a guidarios!

Tyler los despidió moviendo el brazo, se levantó y empezó a dar un largo paseo. Guidarios. Odiaba a los guidarios, tras el incidente de Liberum Iter no había cosa que detestara más en el mundo. Llenos de privilegios, orgullosos de si mismos, adorados por todos, los únicos que podían salir fuera de las murallas, sin lugar a duda sería el primer estamento que eliminaría. 

Empezó a recordar la contienda que tuvo lugar hacía ya poco más de un año, aun así había decidido no convertir el objetivo de su vida en una inútil venganza, si tenía que huir, huiría hacia delante. Era todo muy confuso y no estaba seguro de nada. Según los registros oficiales el traidor era el mayordomo… Tyler entornó los ojos. No, había algo que sí tenía muy claro y de lo que estaba completamente seguro… ellos jamás tuvieron mayordomo.

El Sol había caído, y con él los ánimos de Tyler. Empezó a oír el murmullo de gente, la feria de “Los fuegos caídos” no estaba muy lejos, parecía que la diversión estaba a punto de empezar…

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