domingo, 27 de noviembre de 2011

Prólogo: Alexia

La nota

Los muros que se alzaban en los límites de Marlenia no impedían ver el hermoso cielo azul que daría vida a aquella ciudad medieval. Con el nacimiento del sol, el ruido de la maquinaria quedaba en nada a causa del sonido de la gente saliendo a la calle. Iba a ser otro día más en la gran ciudad cubierta por el gran muro que no se podía traspasar, por lo menos no por ellos, y tampoco es que parecía importarle mucho a la gente.

En la casa del herrero, el sonido de la forja despertó a Alexia, quien dormía en la planta de arriba. La luz que se filtraba en la habitación hizo que se diera cuenta de la hora que era y que se levantara de un brinco, quedándose sentada sobre la cama. Corrió hacia la puerta y cuando salió escaleras abajo, encontrándose en la fragua, donde pudo ver una musculosa silueta golpeando los hierros a un ritmo constante. Caminó con cuidado hacia allí mientras se echaba su largo pelo hacia atrás.

—¿Padre? ¿Trabajando tan temprano? —preguntó ella. Su voz era tan firme como suave, y muchas veces le habían dicho que era como la de un ángel, llenándola de orgullo —. Debería dejar que le ayude.

Pero cuando la musculosa espalda se giró la chica se sobresaltó y dio un par de pasos hacia atrás. No se trataba de su padre, sino de su hermano. Pudo reconocer sus cicatrices bajo la ceniza y el sudor, además de su cabello caramelo cayendo en degradación hasta por encima de los hombros. Sus ojos aguamarina, heredados de su madre, brillando con entusiasmo mientras la miraba con una sonrisa. Alexia quedó petrificada ante su presencia, con sus manos temblando por la impresión y las gotas de sudor comenzando a caer por su frente. Si había una persona que no quería ver el mundo era a su hermano, con aire de seguridad y fuerza, su inteligencia, su belleza, su simpatía…

…su perfección.
Solo una persona así podía ser el jefe guidario, el que debía guiar a los demás cuando debían salir al exterior. Hacía un par de años que ocupaba ese puesto y todo el mundo le alababa por lo ejemplar que era. Su hermana lo detestaba por ello. Su sueño siempre había sido el de ser la guidaria de una familia, y su hermano se lo había robado. 
La risa de su hermano la despertó de su trance.
—Quise ayudar con su trabajo de hoy, ¿te he despertado? —dejó las cosas en su sitio y se giró hacia su hermana.
—N-no importa —titubeó la chica, mirando hacia otro lado —. Tenía que estudiar igualmente.
—Claro, ¿Necesitas ayuda con alguna asignatura?
La duda indignó a la chica.
—Por supuesto que no.
Se dispuso a girarse y marcharse a hacer sus labores, pero su hermano se le adelantó y le bloqueó el paso hacia el piso de arriba. Eso la volvió a congelar.
—Recuerda que siempre puedes contar conmigo —volvió a soltar su sonrisa publicitaria y ella le dedicó una mirada fulminante —. Aunque si me necesitas, será mejor que lo hagas vestida.
Entonces se dio cuenta de que aun seguía en camisón. Se llevó las manos al cuerpo intentando taparse y pasó por debajo del brazo de su hermano hacia las escaleras. Pudo escucharle nuevamente reír hasta que cerró la puerta de su dormitorio. Maldita sea, había vuelto a quedar en ridículo. Gruñó de rabia y comenzó a desnudarse.

“Y así, comienza otro día más en Marlenia”


Echó un vistazo a su armario y cogió lo primero que encontró. Toda la ropa se la había hecho su madre y siempre se la clasificaba por conjuntos, así que no tenía que complicarse mucho con la ropa. El que había cogido hoy era un top azul con una chaqueta y unos shorts negros. Ambos tenían una tela de gasa blanca decorada con encajes en las puntas. Tardó mucho menos en ponerse la ropa que en peinarse su pelo acaramelado, el cual le llegaba hasta las rodillas, pero una vez lo hubo hecho corrió hacia la puerta y esquivó a su hermano hasta llegar fuera.

Las calles ya estaban rebosantes de vida. Los negocios estaban abiertos, inclusive el de su madre, la panadería, y todos estaban haciendo sus vidas menos ella, que en realidad no tenía que estudiar nada que no hubiera hecho ya. Por un momento se le pasó por la cabeza ir a ayudar a su madre, pero recordó que su madre le había prohibido ayudarla porque ya sabía hacer la tarea y debía concentrarse en sus estudios. Viendo que lo único que podría hacer sería vagar por las calles sin sentido alguno, se dirigió hacia la biblioteca con la intención de encontrar algo interesante que leer. 

Por el camino pudo ver unas viejas compañeras de escuela que paseaban en dirección contraria. En cuanto vio que la miraban y se reían, se puso más tensa y de aun más mal humor. No hacía mucho ella las lideraba gracias a que era la más popular de la escuela y ahora hacían lo que les daba la gana, y todo gracias a su hermano. Murmuró una maldición hacia él y entró en la biblioteca. 

Lo bueno que tenía la biblioteca era su gran silencio y tranquilidad, y para ello no tenías que estar sola. El lugar estaba lleno de estudiantes y de aficionados a la lectura, así que Alexia no tenía ningún problema para sentirse cómoda allí, así que se apresuró a adentrarse en el pasillo derecho y buscar un libro que se adaptase a sus gustos. Primero vio uno de una guerrera que debía defender su país, pero en cuanto le echó un vistazo se dio cuenta de que trataba sobre todo el amor que sentía hacia su amante, así que lo cerró. Cogió otro que trataba sobre una guerrera que decía estar influenciada por una fuerza superior y que se dedicó a conquistas y a más conquistas. Atraida por su superioridad y su fuerza sin igual, abrazó el libro y se sonrió a si misma, imaginando sus viajes y sus batallas. 

—El final es bastante triste —murmuró una voz femenina a sus espaldas.
La chica de cabello miel se giró rápidamente al sentir alguien a sus espaldas, sin embargo, no pudo más que admirar a una mujer hermosa que la miraba con una sonrisa. Parecía brillar por si sola, con su cabello albino cayendo hasta sus tobillos y su vestido blanco reluciente. 
—¿Por qué? —fue capaz de pronunciar al poco rato.
—La pobre chica, defendiendo sus ideales, muere en la hoguera acusada de ser una bruja —respondió la mujer albina, llevándose una mano al pecho —. Lo intentó, pero no pudo conseguirlo.
Eso le provocó a Alexia cierto rechazo hacia el libro. Ya no lo abrazaba con tanta fuerza.
—Vaya…menudo final —respondió la joven, observando la portada del libro.
—Ella no podía ver más allá de sus ideales, y ese fue su final. Si se hubiera atrevido a ver más allá…—la expresión de la albina era triste, tanto que Alexia pensó en consolarla. Pero cuando se fue a acercar y a tocarla, la brillante mujer se retiró —. Esta noche se celebra la feria de los “Fuegos Caídos”, ¿no?
La joven asintió.
—Espero verte allí, Alexia —dijo antes de salir corriendo.
—Adiós…un momento…¡eh, tú!

¿Cómo demonios sabía su nombre?
Corrió hacia la puerta, pero la mujer ya había desaparecido. La gente no estaba alterada ni se había quedado mirando hacia ningún lado a pesar de que su aspecto era poco común. En vista de que no tenía ninguna pista, se acercó apresuradamente a la salida y dejó el libro en el mostrador del recepcionista. Una vez hecho, corrió hacia fuera y la buscó entre la gente sin encontrar nada. La albina había desaparecido sin dejar rastro, y la gente no parecía alterada en absoluto. No entendía como no habían sido capaces de ver a una mujer tan hermosa y tan brillante, con una apariencia tan extraña y paseando como si nada por la ciudad. 

A lo mejor todo venía de su cabeza. Eso debía ser, había dormido poco y estaba teniendo visiones raras. No debía hacerles caso en absoluto. Es más, iría a casa y se dispondría a descansar y dejar de pensar en todas esas tonterías de guerreras fracasadas. Habría caminado hacia su casa, pero una fuerte atracción hacia la biblioteca…no, hacia el libro que había dejado allí la obligó a adentrarse de nuevo y pedirlo. 

El libro de una guerrera que por sus ideales había dejado todo, incluso su vida…
Se sentía identificada por ella. 
Y sabía el motivo.

Cuando escuchó el ruido de la maquinaría funcionar, supo que ya era mediodía, y corrió hacia casa. Cuando entró no se molestó en mirar si su hermano estaba trabajando aun y se adentró hasta su habitación, donde se tiró sobre la cama y miró al libro como si de un rival se tratara. Cruzó mirada con su tapadera, tocándola y sintiendo su suave textura provocarle escalofríos, y finalmente aguantó la respiración para abrirlo, esperando sumergirse en sus palabras hasta fundirse con la protagonista.
Sin embargo, lo primero que encontró fue una nota escrita a plumilla en una esquina de la primera página.


En mis sueños me prometiste que volveríamos a vernos.
Te espero en la cuna del cielo.



Alexia quedó petrificada y confundida. ¿Qué demonios era eso? Podría haberlo escrito cualquier persona para gastarle una broma, pero de alguna forma sabía que no era una broma y que ese mensaje era para ella. Apretó los labios y miró con decisión hacia la ventana. Esa noche…no sería como las demás.

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