jueves, 28 de junio de 2012

Capítulo 8

La mujer que viene del Sol


Arthur, Alexia y Sho entraron en la habitación con evidente preocupación.

– ¡¡¿Ocurre algo?!! –Todos tenían sus armas a mano y miraban a todas partes. Tyler hizo un gesto para que se calmaran.
– Tranquilos, ya se ha ido.
– ¡¿Quién?! –Alexia seguía inquieta.
– Un hombre encapuchado acaba de atacarnos. Si no llega a ser por Tyler habría resultado herida –los recién llegados se quedaron atónitos.
– ¡Qué barbaridad! Y sólo hemos estado separados apenas segundos
– Era muy ágil y rápido
– ¿Le habéis visto la cara? –Tyler dudó.
– A penas unos rasgos… demasiado escurridizo
– ¿Y qué buscaba? –Stella suspiró.
– Chicos. Viene el desconocido, me ataca sin pensarlo, Tyler me ayuda, le atacamos y se tira por la ventana. Fin –Sho se les acercó.
– Adoro cuando dejáis todo zanjado, Stella
– Pues vaya situación. Entre el veneno y los constantes ataques llevamos un día muy movido –Arthur por su lado guardó la daga y se llevó las manos a la nuca sonriendo.
– ¡Seguro que este era el último problema! Mejor no decaernos. A fin de cuentas estamos todos sanos y salvos –Alexia dejó escapar una pequeña sonrisa y se dio la vuelta.
– ¿Lo dices por el veneno que corre por tus venas, no? –respondió. Su tono era más desenfadado que hostil, lo que provocó las risas de todos. Tyler palmeó el hombro de la joven esbelta.
– Me alegro de verte más centrada. Creo que cuando te controlas eres una fuerza importan… –Alexia apartó la mano como si de un insecto se tratara.
– Ahórratelo. Ya te dije que fue algo puntual. Veremos quién se gana antes el título de guidario –él se cruzó de brazos.
– Qué seca eres…
– Las más bellas flores son hermosas tanto en un vergel como secadas en decoración
– El muchachito siempre tiene algo que decir…
– Y la plebe no deja de molestar –los dos se miraron con recelo pero Arthur dio una palmada fuerte con las manos.
– Cómo os gusta discutir… pero mejor dejarlo por hoy, ¿no creéis? Yo voy a buscar la forma de subir al siguiente nivel. Ahí os quedáis –y el acróbata salió de la habitación de forma despreocupada y dando pequeños saltos. Alexia le siguió.
– Yo tampoco pienso quedarme –y se perdió tras la puerta. Stella miró a la parejita con indiferencia y con el látigo enrollado en su mano comenzó a ir en la misma dirección.
– Venga vamos… que está anocheciendo –y la sala quedó desierta.


Tras un rápido vistazo en el que no intercambiaron muchas palabras, Sho halló (no sin jactarse por ello) unas pequeñas escaleras de caracol escondidas dentro de lo que parecía un armario. Al subir todos quedaron maravillados por la estampa. Una habitación circular inmensa se extendía por todas partes. La luz del atardecer acariciaba los detallados ornamentos que decoraban las paredes y los antiguos muebles. Las sombras que proyectaban las hojas secas del suelo convertían la moqueta en una superficie moteada y especial. La brisa les acariciaba las mejillas mientras observaban la maravillosa cúpula acristalada que les cubría. La fauna había intentado invadir gran parte de la sala. Sólo un pequeño centro de control no había sido muy perjudicado por el follaje, ya que se encontraba en la parte central de la sala, que se elevaba hasta una esfera circular con piezas metálicas en el interior. Stella se aproximó a los mecanismos con la mano sosteniendo su barbilla.


– Esto debe ser el mecanismo que acciona el faro… –miró al resto de sus compañeros–. ¿Alguien entiende de estas cosas? –Alexia se situó a su lado tocando algunos de los elementos.
– Mmm… he visto a mi padre construir muchas piezas, pero un mecanismo terminado no es nuestra materia. Estos deben ser los accionadores –dijo tocando una serie de salientes indénticos–. Pero a partir de aquí…
– Deberíamos haberles preguntado a aquel anciano y al tartamudo –añadió Tyler.
– ¿Te refieres al Sabio y Trombi? –opinó Arthur.
– Los enanos venenosos, los llamaría yo –puntualizó Stella.
– Desde luego no fueron formas de recibir a unos visitantes. Mi madre tiene mucha más clase a la hora de lidiar con lo desconocido –Sho estaba más indignado que otra cosa.
– Pues que venga a lidiar con el faro, anda –respondió Tyler mientras observaba de cerca los engranajes.


Dedicaron unos pocos minutos en observar de arriba abajo lo que empezaron a llamar “cachivaches”, pero sin atreverse a mover nada. Entonces Arthur puso la mano en la palanca que estaba más a la izquierda.


– Yo opino que ésta –todos le miraron.
– ¿Por qué? Es igual que todas
– En el circo tenemos algunos mecanismos de engranajes para jaulas, trampillas y tarimas rotantes. Yo a veces me encargo de accionarlas y lo único que me quedó claro es que los engranajes se activan de izquierda a derecha. En ese caso, si movemos el de este extremo creo que todo empezará a funcionar…
– ¿Y el resto de las palancas? –y el rubio respondió encogiéndose de hombros–. Genial…
– Bueno. No tenemos muchas más teorías. Probémoslo –opinó Alexia¬–. Según lo que pase actuaremos
– A mí ya me da igual. Con el día que llevamos…


Con todos de acuerdo, Arthur presionó con visible esfuerzo la palanca y el faro comenzó a vibrar. Numerosos sonidos inundaron la estancia y los cinco alzaron las miradas con la esperanza de que el faro se iluminara, pero no lo hizo. La esfera vibraba pero su interior se mantenía vacío y apagado. Tyler empuñó su lanza y miró a Alexia.


– ¡¿Y ahora qué?! Dijiste que actuaríamos en consecuencia. ¿Se te ocurre algo? –Alexia hizo caso omiso y repasó la sala completa con la mirada. El faro estaba accionado, pero… ¿por qué no se iluminaba? Algo debía estar fallando. Y entonces lo vio. Una de las ramas que entraba desde la ventana y se hundía entre dos tablas de madera vibraba de manera inusual. A veces con puntual violencia. La espadachina sacó su estoque y corrió hacia ella–. ¡Observa y cierra la boca! –acto seguido cortó la raíz. El extremo que se perdía debajo del suelo fue engullido y todos escucharon cómo se hacía trizas mientras una luz les cegó. Ninguno podía observar entonces la cúpula, ya que el faro brillaba con tanta intensidad que temían lastimarse. Además notaron cómo el calor aumentó debido al fuego que contenía la esfera. Sho corrió hacia la escalera de caracol.
– ¡¿Cómo puede brillar tanto un maldito fuego?! –gritó mientras todos le imitaban.
– ¡Es mejor que bajemos!


Y eso hicieron. Bajaron de nuevo a la primera planta, donde no notaban el calor y el ruido no era ensordecedor. La luz del atardecer, más tenue que la vez anterior, era ayudada por la propia del faro. El grupo lucía de muy buen humor por su triunfo.


– ¡Bien hecho, Arthur!
– Y no nos olvidemos de nuestra bellísima flor seca, Alexia de Tenebrae –añadió el aristócrata como si presumiera de un yelmo. Alexia le cogió del cuello de la camisa y lo acercó a su cara.
– Mira, bonito. Hasta ahora no me ha importado tu manera de hablar y actuar, pero como vuelvas a llamarme flor seca como si fuera un halago la llevas clara ¬–a lo que Sho respondió con sorpresa.
– ¡Oh! Lo… lo siento. Mi intención nunca fue la de desagradarla. Es evidente que solo quiero agradecerle su labor
– El muchachito tiene razón. Relájate un poco, mujer. Hemos cumplido la misión –añadió Tyler intentando disfrutar de aquel tranquilo momento. La chica hizo caso y le soltó.
– Estoy relajada. Sólo quería zanjar el tema
– Pues zanjado, ¿no? Qué bonita vista… –eludió el acróbata.
– La verdad es que sí. No puedo creer que sea casi de noche – Stella se apoyó en el borde de la ventana para aspirar aire puro–. De hecho creo que lo mejor sería pasar aquí la noche y partir con los primeros rayos de sol
– Me parece lo más sensato. Los monstruos que nos encontramos son de color oscuro. De noche, aun con el faro, sería más complicado luchar contra ellos. Y el Sabio nos dijo que el veneno hacía efecto en tres días
– ¡Pues hecho! A descansar. Puede que no tengamos muchas oportunidades como ésta – Arthur poseía una tranquilidad envidiable.
– ¿Y si nos ataca el desconocido de antes? –añadió Tyler tocando su lanza y haciendo memoria. Stella dio uno de sus típicos suspiros.
– No creo que nos moleste. ¿Viste cómo se fue? Se rindió sin a penas empezar, y éramos solo dos. Si estamos los cinco ni se atreverá a acercarse. Si viene le atizo
– Puede que tengas razón
– Yo antes que nada me gustaría estirar un poco las piernas. ¡Vuelvo en un segundo! –dijo el acróbata antes de saltar por la ventana. Todos se sobresaltaron y se asomaron, pero vieron cómo desaparecía corriendo por unos salientes que rodeaban aquel nivel del faro por el exterior. Sho rio un poco para sí.
– Este acróbata es un mono
– Tiene mucha vitalidad, sí –opinó Tyler sentándose al borde de la ventana junto a Alexia.
– Tú no pareces tan enérgico
– Él es el raro
– ¿Tú no?
– No empieces
Rarín
– No te pases, pijo
– ¡Ahhh… –dejó escapar Alexia con evidente exasperación–. Yo también me voy un ratito a despejarme y no escucharos –dijo aproximándose a la puerta.
– ¡Alexia! –le detuvo Tyler. Ella se giró y pidió una respuesta con la mirada–. Buen trabajo con el faro –dijo sin mirarla. Y ella abandonó la habitación dejando escapar una leve sonrisa.


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La joven guerrera paseaba pensativa a través de las distintas habitaciones mientras se sumergía en sus pensamientos. Repasaba cada una de las cosas que les habían pasado desde que huyeron de Marlenia. Se sorprendía de lo mucho que había aprendido en tan poco tiempo, incluso del idiota de Tyler, como ella solía llamarlo en su fuero interno. Le costaba reconocerlo, pero era consciente de que había pinchado en la lucha contra la bestia gigante. No dejaría que aquello se repitiera. Le demostraría a todos su sangre guidaria. Pero ese pensamiento le recordó algo doloroso.


– Krauss… estúpido. Algún día necesitarás que yo te salve… –dejó escapar mientras llegaba a una ventana en la zona opuesta de la planta, en otra habitación diferente. Aspiró hondo y cerró los ojos, dejando que el aire disipara sus pensamientos–. …por ello no te perdonaré si te pasa algo en mi ausencia
– ¿A quién? –la voz sonó justo frente a su cara y ella retrocedió con un respingo. El movimiento fue tan femenino como improvisado, pero pudo ponerse en guardia antes de ver la silueta de Arthur colgado boca abajo en el exterior de la ventana.
– ¡Eres un idiota! No vuelvas a hacer eso –él empezó a reír animadamente mientras saltaba al interior de la habitación.
– Vaaale… lo siento. Pero eras tú la que hablaba –dijo pícaramente. Ella se sonrojó.
– No digas bobadas –entonces sintió cómo las manos del acróbata se posaban suavemente sobre los hombros de la joven. Ella se sonrojó aún más. No esperaba esa reacción.
– Alexia… eres de lo que no hay. Si tienes problemas o preocupaciones no las dejes para ti. Y menos lo pagues con los que te rodean… no hay razón para estar siempre a la defensiva
– Yo no…
– ¿Qué?
– Que yo no…
– ¿Qué?
– ¡Quieres dejar de…
– ¡¿Qué?! –volvió a cortar el rubio. Alexia se sentía cada vez mas contrariada por su actitud, pero se dio cuenta de que su preocupación había cesado. Y su exasperación no era la misma que sentía hacia Tyler. Tras mirarle apartó sus manos y se sentó en la ventana dejando caer su peso y sus fuerzas.
– Tú eres de lo que no hay
– ¡Gracias! –respondió él colocándose en el otro extremo de la ventana.
– Pero… –hizo una pausa–. …puede que tengas razón…
– Claro que la tengo. Ser positivo y tener buen humor creo que es lo mejor que puedes hacer en nuestra situación. Si yo me dejara absorber por las preocupaciones y los recuerdos… –la sonrisa del muchacho se volvió vacía y nostálgica –. …no podría afrontar los problemas de la vida diaria con buen humor –a Alexia le conmovió la sinceridad que brotó de su compañero. Era la primera vez que le veía tan pensativo, y calló en la cuenta de que aunque fuera tan enérgico no le excluía de tener un pasado difícil ni de estar tan preocupado como ella. Esa reflexión hizo que la joven se sonrojara de nuevo y disimulara sus palabras.
– Bueno… a eso me refería con que puede que tengas razón. Pero no te acostumbres a que te dé la razón –él volvió a dedicarle una sonrisa sincera–.
– No lo haré. Pero estoy seguro de que en el fondo te sientes a gusto con todos nosotros. Yo por ejemplo estoy encantado de tenerte –ella volvió a sentir toda la sangre en la cabeza.
– ¡Deja de decir tonterías! ¬–y Arthur rompió a reír. Ella se levantó–. Al final harás que vuelva con aquel idiota
– Qué buena idea. Les diré que ha sido idea tuya reunirnos los cinco de nuevo
– Yo no he dicho eso


Con aquello ambos dejaron que el único huésped de la habitación fuera la brisa nocturna y las pequeñas hojas del suelo.


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Alexia acababa de abandonar la sala y había dejado sola a Stella y, como ella pensó, el dúo inseparable


– Qué dura es la señorita Alexia –dejó escapar Sho acordándose de la advertencia de la mencionada cuando él la había llamado flor seca–. Creo que sería de buena ayuda en algunos asuntos de mi familia
– Pero algo le hace dudar –puntualizó Tyler.
– Si hay alguien aquí que no tenga dudas que vuelva a Marlenia –comentó Stella sin abrir los ojos.
– Me refiero a que sus dudas a veces afectan al grupo. No quiero que se vaya, pero estoy preocupado por si llega a hacer alguna tontería –Stella se levantó bruscamente y le dio la espalda al vagabundo al tiempo que cruzaba los brazos.
– Pues no te preocupes tanto. Ella es mayorcita para aprender de sus errores –entonces giró la cabeza y le miró a los ojos–. Hasta ahora no he intervenido porque no lo he visto necesario, pero tú te quejas de la actuación de Alexia sin pensar que tú has podido ser una de las razones de sus dudas
– Yo sólo he velado por el grupo
– Y ¿por qué sientes que tienes que velar por él? Tú mismo te has otorgado inconscientemente el título de líder, pero eso no significa que la dinámica funcione
– Yo no me he proclamado líder
– Pero has actuado como tal llamándolo “soy el que más experiencia en batalla tiene”
– He sido objetiv…
– ¡En un viaje no todo son batallas! –cortó la rubia. A pesar de la contundencia de sus palabras su ánimo no era el de discutir, y Tyler lo percibió–. No tienes que sentirte responsable de los actos del grupo, porque no estamos a tu mando. Y no estoy excusando a Alexia, ya que de hecho creo que sois los que más problemas tienen debido a vuestras similitudes –a lo que el moreno contestó imitando su cruce de brazos y cerrando los ojos, pensativo.
– Tú también serías de ayuda en algunas reuniones familiares, madame –intervino el aristócrata –. Y no discrepo de su postura. En mi más humilde opinión, y por muy de clase baja que seáis… ¿quién sabe cuánto tiempo estaremos realizando este viaje? No me gusta tener que depender de otras personas, pero caminar solo sería como caminar directamente a la muerte. Además, me necesitáis –Tyler abrió los ojos.
– Habla por ti –pero Sho se limitó a sonreír con astucia.
– Creo recordar que en la batalla bien requeriste de mis avanzadas habilidades –aquellas palabras cogieron al moreno desprevenido, pero cuando intentó rebatirle Stella se le adelantó
– ¿Ves a lo que me refiero? Pienses lo que pienses, aquí todos dependemos de todos
– Sí. Y la bella flor –Sho contuvo la palabra seca¬– hizo que este destartalado faro volviera a renacer ¬–y continuó echando un vistazo a la habitación donde se encontraban¬– aunque su decoración posee un encanto natural y gusto exquisito –Tyler tragó saliva.
– Pensaré en lo que me has dicho, Stella. De cualquier manera agradezco tu sinceridad
– ¡Chicos! –Arthur irrumpió repentinamente en la habitación dando un salto para acabar tumbado en el suelo adoptando una postura pintoresca–. Ya estamos aquí –y todo vieron cómo Alexia también entraba en la sala, claramente avergonzada–. Alexia os echaba de menos
– ¡Cierra la boca!
– Sabes que sólo bromeo –dijo él estirándose. Stella se sentó apoyando la espalda contra la pared.
– Espero que no ocupéis mi espacio vital durante la noche
– Cómo voy a echar de menos las camas de casa… y a mis queridos sirvientes –Sho miró a Tyler–. Aunque tú te sentirás como en casa
– No molestes o la noche será más larga para ti que para mí


Una vez todos en silencio e inmóviles, el grupo se sentía resguardado por la luz temblorosa del faro. Poco a poco el cansancio de todo lo acaecido pesó sobre cada uno de sus músculos y no tardaron en caer presa de los brazos de Morfeo.


La noche transcurrió sin incidentes, y pese al duro suelo el grupo despertó con renovadas fuerzas. Tal y como planearon, abandonaron el faro con los primeros rayos de sol. La tranquilidad de la mañana parecía haberse extendido por el pantano. Lo único que se movía era el fango de color morado. Las conversaciones que surgían eran trivialidades acerca del paisaje o pequeñas bromas. Cuando se acercó el medio día pudieron ver a lo lejos el gran árbol de Sunaly. 


– ¡¡Allí esta!! ¡Pronto nos quitaremos este peso de encima! –exclamó Arthur claramente animado.
– Eso parece. Pero no me apetece nada volver a ver a esos enanos… –opinó Tyler.
– Trombi tenía gracia. Y no os olvidéis que Aneth nos ayudó a dar con el faro y nos dio comida
– A mí no me hace ninguna gracia aquel diminuto. No se envenena así a la gente. Y ayer por poco morimos con aquel monstruo –Stella se mostraba algo frustrada, aunque no se quejó de la enana.
– Es obvio que han sufrido calamidades a causa de los humanos. Pero no me explico cómo pueden sentirse amenazados con un galán como yo –añadió Sho retirándose el flequillo de la cara–. Aprovecharon cuando bajé la guardia al llegar al pueblo. Si hubiera hablado un poco con ellos no hubieran osado hacer tal cosa
– Desde luego toda la situación externa a Marlenia nos es desconocida. Debí haberle preguntado a Krauss cuando aún vivíamos juntos. Aunque a este paso nos iremos dando cuenta a la fuerza


Dicho esto llegaron a la gran entrada del árbol. Aceleraron el paso sabiendo que su meta estaba a escasos metros. El gozo se iba incrementando con forme atravesaban la salida inferior que daba al pueblo, pero un gran peso hizo que toda aquella tranquilidad callera en picado hasta atravesarles el corazón. Uno por uno fueron empuñando sus armas al ver cómo lo que antes era un pintoresco y vívido pueblo ahora era un cúmulo de escombros y cuerpos inertes.


– ¡¿Qué demonios?!
– ¡Esto no puede estar pasando! ¡Si no han pasado ni dos días desde que nos fuimos!
– ¿Qué puede haber provocado tales destrozos?
– ¡¿Veis a alguien vivo?!


Todos se movilizaron y comenzaron a buscar entre los escombros sin ninguna suerte. Ladrillos, madera, tierra y plantas se fusionaban en diversos montículos. Pudieron comprobar que las viviendas situadas en el gran árbol habían corrido mejor suerte, pero al poco rato decidieron ir a la casa del Sabio. 
Una vez allí su temor volvió a cobrar vida. La casa estaba totalmente destruida, así que se apresuraron a buscar entre los escombros.


– ¡No, no, no… ¡No! –exclamó Sho mientras apartaba ladrillos con nerviosismo–. ¡Qué pasará ahora con el veneno!
– Y ¿qué pasará con la gente? ¿Por qué no vemos ningún superviviente? ¬–respondió Stella mientras le imitaba.
– Seguro que los que pudieron huyeron. Por el nivel de destrozos ha tenido que suceder algo terrible ¬–Arthur se colocó en otro extremo de la casa.
– ¡¡Aquí!! –Alexia levantó el brazo para que todos la miraran. A sus pies se distinguía una pequeña figura acurrucada. Cuando los cuatro se acercaron reconocieron el rostro de Trombi.
– ¡¿Respira?! –preguntó con impaciencia Tyler al tiempo que llevaba los dedos al cuello de la víctima. Suspir󬬖. ¡Respira!
– ¡¡Trombi!! ¡Dinos qué ha pasado! ¡¿Dónde están todos?! –Arthur pasó la mirada por la totalidad del pueblo. El enano abrió los ojos torpemente y levantó una de sus manos. Tuvieron que acercarse bastante para distinguir sus palabras.
– H… h… ha s-sido esa m-mujer del demon-nio… –y extendió el pulgar para señalarles el Sol–. L… l-la mujer q-¡¡que viene del Sol!! –el grupo intercambió miradas de incomprensión.
– ¡¿A qué te refieres?! ¿Quién es esa mujer?
– ¿Ella sola hizo todo esto? ¿Una sola persona?
– Ell-lla es un m-mons-struo… –era evidente que sus dificultades para hablar iban aumentando. Sho se puso frente a su cara.
– ¡¿Y el antídoto?! ¡Aún seguimos envenenados! –estaba empezando a perder los nervios. Tyler le advirtió de ello con un gesto–. Dime que no estamos perdidos, por favor. Aún no
– Te ayudaremos a levantarte –se apresuró a decir Arthur, aunque todos estaban pendientes del enano. Él aludido negó con la cabeza.
– Y-ya es d…d-demasiado t-tarde para mí… P-pero… t-tenéis s-suerte… humanos…
– ¡¿Suerte?! –la voz de Trombi se apagaba cada vez más y sus extremidades empezaron a temblar.
– El v-veneno e…era f-falso. Sois t-tan estúp-pidos –intentó esbozar una sonrisa, pero sólo pudo mostrar una mueca de dolor–. Salid d-de aq-quí y mat-tad a es-sa mujer del dem-monio
– ¡Pero tenemos que ayudar a los supervivientes!
– Ell-llos ya est-tarán lej-jos
– Pues iremos tras sus pasos
– P-pero c… –el enano comenzó a toser– …cuidado con el m-monst-truo. N-nadie que lo v-ve v-vuelve v-vivo…
– ¿Te refieres a la mujer del Sol?
– N…no… s… m… monst-truo –y el quinteto vio cómo aquel diminuto ser dejaba escapar su último suspiro. Intentaron reanimarle durante unos minutos que parecieron eternos. Pese al engaño del envenenamiento, ninguno podía ignorar aquella vida que se les escapaba de las manos, en sus propias narices. Cuando vieron que no había vuelta atrás cubrieron su cuerpo con una gran hoja y se alejaron a paso lento.
– Tenemos que salir de aquí. Pero no puedo explicarme cómo esa mujer ha hecho algo así –dijo Arthur indignado.
– Desde luego ya no tenemos mucho más que hacer en Sunaly. Ya habéis escuchado a Trombi. Los supervivientes han huído –Alexia no paraba de acariciar la empuñadura de su estoque.
– Pero también ha mencionado un monstruo peligroso. Que nadie que lo ha visto vivía o algo parecido
– Pero como ha dicho Alexia no tenemos ningún motivo para quedarnos. Es la única opción –opinó Tyler, para sorpresa de la morena.
– Opino que veamos qué nos depara el devenir del siguiente camino –Sho estaba más decidido que de costumbre, pero todos compartían su pensamiento, así que contestaron al unísono.
– ¡Sí!

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