El monstruo cayó produciendo un gran estruendo sobre el
suelo y levantado una enorme cantidad de polvo. Todo el grupo se levantó
alarmado antes de que hubieran podido incluso descansar del último combate.
Sólo cuando finalmente el polvo se dispersó pudieron observar claramente al
atacante. Era una bestia como las anteriores, pero inmensamente más grande, se
diría que superaba los tres metros de altura y estaba rodeado por ingentes y
prolongados tentáculos. La luz se reflejaba en el azabache de su redondo cuerpo,
dándole un aspecto hermético. No se distinguía ningún rostro en él, pero entre
dos desmesurados cuernos había una gigantesca boca de numerosas hileras de
afilados dientes. Stella atizó su látigo contra el suelo provocando un fuerte
chasquido. Todos se volvieron hacia ella.
―¿Qué? ―dijo molesta―. Siempre quise hacerlo.
Un tentáculo se abalanzó sobre el grupo, el cual los
habría aplastado sin paliativos si no se hubieran dispersado para esquivar el
impacto. El monstruo no se movía de su posición, sin embargo sus largas
extremidades se revolvían sin descanso a su alrededor.
―¡¿Se puede saber qué es este bicho?! ―exclamó Alexia
atónita―. ¡Si nos alcanza nos destroza!
―No para de agitar esos tentáculos, es imprevisible saber
por dónde acatará ―observó Arthur―, será difícil sobrepasarlos.
―Por si fuera poco su cuerpo parece más duro que una roca
―añadió Stella―. Incluso alcanzándole no tenemos garantías de lastimarle.
―Ju, creo que tampoco tenemos muchas más opciones que ir
a por él ―concluyó el joven aristócrata.
―Por una vez estoy de acuerdo con el muchachito ―enunció
el vagabundo con cierta picardía. Empezó a avanzar hacia el monstruo―. ¡El que
duda pierde!
Sho le imitó. Ambos se precipitaron hacia al monstruo,
sin embargo los tentáculos les hostigaban sin descanso y se veían obligados a
esquivarlos y a recular. Sin apenas poder coger impulso, ni la lanza ni la
espada de los dos jóvenes conseguía mutilar los colosales tentáculos de la
bestia. Conseguían penetrar en su superficie, no obstante se veían obligados a
retirar el arma de inmediato a causa de la agitación de las extremidades.
Arthur se unió a la pugna por la victoria y finalmente
Stella lo acompañó. El látigo de la chica fustigaba duramente contra las
extremidades de la bestia y, aunque no conseguía hender en ellas, las mantenía
a ralla. El acróbata, incapaz de dañar significativamente a los tentáculos,
optó por otra alternativa. Mientras sorteaba todas las acometidas del monstruo
flexionó las piernas y, cogiendo impulso, dio un gran salto hasta aterrizar
sobre una de las múltiples prolongaciones del monstruo. Corría manteniendo a
duras penas el equilibrio y esquivando a otras extremidades que pretendían
tumbarle. Saltó a otro tentáculo y tras un último brinco consiguió llegar al
oscuro cuerpo del monstruo propinándole una violenta patada giratoria. El
monstruo no pareció inmutarse, pero abriendo sus fauces consiguió que el chico
perdiera el equilibrio, cayera y fuera azotado por una de las extremidades que
lo propulsó lejos del centro de la bestia.
Arthur se estrelló contra el suelo cerca de Alexia, quien
todavía permanecía fuera de la batalla. Ella hizo el ademán de ayudarle, pero
el chico, alieno al dolor que sentía, se levantó y se apresuró a intentarlo de
nuevo. Alexia observó turbada como Arthur se alejaba hacia la contienda otra
vez, sin apenas inmutarse. La chica tenía las piernas paralizadas, apretaba los
puños y temía desenvainar su estoque para unirse a la batalla. Dio un paso
atrás.
“¿Piensas abandonar a un compañero así, bruja? No me extraña
que no vayas a ser líder guidaria.”
Recordó las palabras que Tyler había pronunciado. Entornó
los ojos. Haciendo de tripas corazón desenvainó el estoque y, aún vacilante,
echó a correr hacia el coloso. Adelantó a Stella, vio a Sho caer a su lado, sobrepasó
a Tyler, corría osadamente hacia delante. Un tentáculo se estampó contra el
suelo delante de Alexia, se detuvo y titubeó, el mismo músculo se estremeció y
azotó a la chica haciéndola rodar por el suelo. De bruces e intimidada, no se
levantó. Observó el brillante y pulido filo de su estoque. ¿Cuál era su
experiencia en todo esto? Pocos combates había librado en su vida y las dudas
empezaron a invadir su corazón.
―¡Basta, basta! Esto es inútil ―gritó Tyler. El chico,
magullado, hacía señas a sus compañeros―. ¡Repleguémonos!
Se reagruparon a una distancia preventiva. Quien más
quien menos había recibido varios golpes y el cansancio empezó a hacerse
evidente en la actuación del grupo. Parecía que el monstruo también aprovechaba
para tomarse un breve descanso, así que escucharon lo que el vagabundo les
quería decir.
―Es evidente que atacar por separado es un despropósito.
No obstante he podido hacerme una idea de vuestras habilidades en batalla ―hizo
una pausa y ocultando un poco el orgullo que sentía añadió―, creo que soy el
que más experiencia tiene en combates reales, por lo que os propongo una
estrategia ―nadie dijo nada―. ¡Vale! Creo que el muchachito y yo ―Sho hizo una
mueca― somos los que tenemos más ímpetu y aguante. Y, Arthur, aunque creo que tú
puedes estar a la par, careces de un arma lo suficientemente contundente para
esta ocasión. Por otro lado está claro que tanto en agilidad y velocidad, tú,
Stella y Alexia os lleváis la palma.
―Estoy de acuerdo con ello ―dijo Stella―, ¿dónde quieres
llegar?
―Tú nos cubrirás a todos con tu látigo desde la
retaguardia ―la miró con respeto―, no sé si hiciste algo en el pasado o si
tienes un talento innato, pero te defendiste espléndidamente ―la chica asintió
y Tyler se dirigió a Sho―. Admito que me llevé una grata sorpresa contigo, está
claro que recibiste un excelente adiestramiento. Tú y yo nos ocuparemos de los
tentáculos para abrir camino a Alexia y Arthur. Vosotros…
―Huyamos ―le interrumpió Alexia.
―¿Qué?
―¡Que huyamos! Lo hemos intentado y hemos perdido,
debemos retirarnos ―la chica respiró hondo―. Hay una línea muy fina entre el
coraje y la temeridad.
―¡¿Pero qué…―se enfureció―. ¡¿Y tú pretendías ser líder
guidaria?!
―¡Cállate! ―la discusión había alcanzado un grado mayor―.
¡No voy a permitir que nadie me juzgue, ni tampoco que nos lleves a una muerte
segura! ¡Y menos siendo un mendigo disfrazado! Además…
Tyler la empujó y se hizo silencio. Los dos se miraron
con profunda aversión. Tyler le dio la espalda y mirándola por encima del
hombro y con aparente tranquilidad concluyó:
―No es sensatez lo que veo en tu rostro, sino temor y
cobardía. Pero me parece que has olvidado cierto envenenamiento por parte de
los enanos, ¿quieres morir? Pues muere. Yo no me voy a quedar de brazos
cruzados.
―Disculpadme, señorita ―empezó Sho―, pero estoy de
acuerdo con Tyler.
Sho y Tyler se encaminaron hacia el monstruo. Stella les
siguió. Arthur miró afligido a Alexia y marchó con los demás.
―Arthur ―le llamó el vagabundo―, tú encárgate de herir el
cuerpo del monstruo con tu daga. Sé que es algo complicado para una sola
persona, pero incluso el más sutil corte en su cuerpo será suficiente para
empezar a cambiar las tornas.
―Descuida ―el acróbata miró con determinación el centro
del monstruo ―. Acabemos con esto.
Sho y Tyler se precipitaron hacia el monstruo, el cual
reanudó el asalto con más fuerza que nunca. Stella, desde la retaguardia,
atizaba con furia las extremidades del monstruo haciéndolas retroceder y
abriendo paso a los dos chicos. Una de las prolongaciones consiguió impactar
cerca de los dos jóvenes, Tyler clavó su lanza en él, inmovilizándolo, y Sho
logró, tras un salto, mutilar el gigantesco tentáculo. No tuvieron instantes
para celebrar el éxito, pues varios más llegaron hasta ellos.
Tyler sujetó la lanza en horizontal e hizo frente a
varios tentáculos que colisionaron contra su arma y empezaron a forcejar para
derribarle. Sin ceder y sin levantar los pies del suelo empezó a retroceder,
mientras sus grebas se hundían levemente en el fangoso suelo del pantano. Sho
por su parte iba esquivando y atacando a los tentáculos, sin conseguir
mutilarlos.
Ésa era su oportunidad. Arthur empezó a correr, Stella
hizo un esfuerzo para cubrirle. El acróbata dio un par de volteretas, saltó
encima de un tentáculo, brincó hasta otro, corrió por él y con todas sus
fuerzas lanzó su daga contra el cuerpo del monstruo. Al colisionar contra la
mole rebotó sin más perdiéndose en el suelo, sin que el monstruo apenas se
inmutara.
Y en aquel preciso instante, uno de los tentáculos, como
si se desintegrara, se hizo añicos, atravesado por una impetuosa estocada.
Alexia aterrizó en el suelo, esquivó otra extremidad, que rebotó furiosa, se
deslizó por encima de ella y, después de un nuevo impulso, acometió de nuevo
contra el monstruo, con la punta de su estoque al frente. Su filo se hundió en
la piel de la bestia sin la menor resistencia y provocó la aflicción del
engendro, que rugió amenazador y empezó a agitar todos los tentáculos con
locura. La chica tuvo que retirar su estoque y retroceder para no salir
lastimada. El grupo de jóvenes, sorprendido por la súbita entrada de la chica,
empezaba a reagruparse. Tyler vio una oportunidad y disparó su lanza contra la
herida que Alexia había provocado, donde se quedó clavada. El monstruo rugió de
nuevo, descontrolado. Sin darle tiempo a contraatacar, Arthur saltó, sin
vacilaciones, encima de la lanza, que se hundió dentro del hermético cuerpo.
Rugió una vez, quizá otra, y, finalmente, se desplomó.
―Pensé que no lo íbamos a lograr ―suspiró Arthur,
aliviado, mientras recogía su daga del suelo.
―La verdad es que no imaginé que fuera…―el chico hizo una
pausa para sacar la lanza de dentro del cuerpo inerte del monstruo―… tan
difícil. Qué asco ―hizo una mueca.
―Ha sido increíble, increíble, i-n-c-r-e-í-b-l-e
―deletreó Sho alegre―. Quisiera felicitar a la damisela Alexia por su valentía
y habilidad.
―Lo del principio solo fue un ataque de pánico, no
volverá a ocurrir.
―Disculpada ―añadió Tyler.
―¿Por qué leches tienes que…
―Lo mejor será que no nos quedemos aquí, podría aparecer
cualquier otro bicho raro ―les interrumpió Stella―. Subamos al faro.
El grupo asintió sin más. El faro, tenían que entrar en
él para no morir envenenados. Se alzaba ante ellos, antiguo pero majestuoso,
sus muros eran recorridos por hiedra y diferentes tipos de plantas trepadoras.
La puerta, aun cerrada, cayó por si sola, estaba hecha trizas. No había nada
más aparte de una vieja escalera de caracol, subieron por ella durante un buen
rato. Era una escalera amplia y bien trabajada, pero algunos escalones estaban
erosionados por el tiempo. Llegaron a una primera planta, bastante oscura y
polvorienta. En ella había bastantes salas y cuartos, la mayoría prácticamente
vacíos, salvo por un extraño estilo decorativo en las paredes.
―Investiguemos un poco por separado ―propuso Stella―, en
algún lugar de esta planta debe haber alguna escalera que nos lleve al piso
superior.
Se dividieron y empezaron a buscar. Varias veces se
cruzaban entre ellos mientras inspeccionaban los distintos rincones de la
planta en busca de una continuación.
Stella llegó a una gran sala, bien iluminada, con amplios
ventanales en un lado y grandes columnas en el otro. En frente había una
especie de altar, con un muro lleno de dibujos en relieve. La chica se acercó,
era bello y había despertado su curiosidad. De pronto notó una presencia
hostil, se giró bruscamente, sorprendida. Ante ella se hallaba un encapuchado
con un afilado cuchillo en mano. Era demasiado tarde para reaccionar, la figura
misteriosa se abalanzó sobre ella. Debería haber toda su vida en un segundo de
no ser que una lanza bien conocida derribó al atacante, quien cayó al suelo
sorprendido. Tyler se precipitó hacía la enigmática silueta, quien se levantó
rápidamente de una voltereta, el vagabundo desenvainó su katana a gran
velocidad dando un corte horizontal. Al agresor, elástico y veloz, le fue de
poco. Varios tajos más por parte de Tyler cortaron el aire en vano. El
encapuchado golpeó varias veces al vagabundo que empezó a recular. Intentó
contraatacar pero la figura misteriosa se agachó, esquivando el filo de la
katana, e intentó tumbarle propinándole una rápida patada en las piernas. El
chico permaneció inmóvil, el atacante sorprendido dio una voltereta hacia atrás
y se levantó.
―No llevo estas grebas porque sí ―sonrió orgulloso―,
cuando doy un paso adelante nunca vuelvo atrás ―el atacante no dijo nada y el
vagabundo recogió su arma del suelo―. ¡Ahora empieza lo bueno! Siempre fui más
bueno con la lanza que con la espada.
Stella sorprendida no había reaccionado en su momento,
pero empezaba a volver en sí. Sacó su látigo y se posicionó cerca de Tyler. El
agresor lanzó varios cuchillos con un rápido movimiento, pero la chica ya
estaba avisada y le bastó con un simple movimiento de muñeca para que su látigo
repeliera toda ofensiva. Los demás miembros del grupo llegaron a la sala y
desenvainaron sus armas. El encapuchado al verse rodeados los observó,
inquieto. Tras un breve silencio parece ser que decidió pasar a su única
estrategia posible. Sacó varios cuchillos en cada mano y acometió, cara a cara,
contra Tyler. El chico aceptó el desafío y dio una fuerte estocada con su
lanza. Se sorprendió, pero, cuando descubrió las verdaderas intenciones del
atacante, que saltó por encima de él y se dirigió hacia el amplio ventanal.
―¡Mierda!
Tyler intentó alcanzar la enigmática figura que se
proponía saltar al exterior del faro. Por un instante le alcanzó. Mientras el
encapuchado caía fuera del faro vio su rostro. Éste se deslizó por las plantas
trepadoras de los muros y logró llegar al suelo del pantano. El grupo solo pudo
observar como esa misteriosa persona huía y desaparecía detrás de la maleza del
pantano.
―¿Estás bien? ―le preguntó Stella.
―Sí, sólo un poco aturdido…―respondió Tyler algo confuso.
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