miércoles, 11 de abril de 2012

Capítulo 7

Experiencia


El monstruo cayó produciendo un gran estruendo sobre el suelo y levantado una enorme cantidad de polvo. Todo el grupo se levantó alarmado antes de que hubieran podido incluso descansar del último combate. Sólo cuando finalmente el polvo se dispersó pudieron observar claramente al atacante. Era una bestia como las anteriores, pero inmensamente más grande, se diría que superaba los tres metros de altura y estaba rodeado por ingentes y prolongados tentáculos. La luz se reflejaba en el azabache de su redondo cuerpo, dándole un aspecto hermético. No se distinguía ningún rostro en él, pero entre dos desmesurados cuernos había una gigantesca boca de numerosas hileras de afilados dientes. Stella atizó su látigo contra el suelo provocando un fuerte chasquido. Todos se volvieron hacia ella.

―¿Qué? ―dijo molesta―. Siempre quise hacerlo.

Un tentáculo se abalanzó sobre el grupo, el cual los habría aplastado sin paliativos si no se hubieran dispersado para esquivar el impacto. El monstruo no se movía de su posición, sin embargo sus largas extremidades se revolvían sin descanso a su alrededor.

―¡¿Se puede saber qué es este bicho?! ―exclamó Alexia atónita―. ¡Si nos alcanza nos destroza!
―No para de agitar esos tentáculos, es imprevisible saber por dónde acatará ―observó Arthur―, será difícil sobrepasarlos.
―Por si fuera poco su cuerpo parece más duro que una roca ―añadió Stella―. Incluso alcanzándole no tenemos garantías de lastimarle.
―Ju, creo que tampoco tenemos muchas más opciones que ir a por él ―concluyó el joven aristócrata.
―Por una vez estoy de acuerdo con el muchachito ―enunció el vagabundo con cierta picardía. Empezó a avanzar hacia el monstruo―. ¡El que duda pierde!

Sho le imitó. Ambos se precipitaron hacia al monstruo, sin embargo los tentáculos les hostigaban sin descanso y se veían obligados a esquivarlos y a recular. Sin apenas poder coger impulso, ni la lanza ni la espada de los dos jóvenes conseguía mutilar los colosales tentáculos de la bestia. Conseguían penetrar en su superficie, no obstante se veían obligados a retirar el arma de inmediato a causa de la agitación de las extremidades.

Arthur se unió a la pugna por la victoria y finalmente Stella lo acompañó. El látigo de la chica fustigaba duramente contra las extremidades de la bestia y, aunque no conseguía hender en ellas, las mantenía a ralla. El acróbata, incapaz de dañar significativamente a los tentáculos, optó por otra alternativa. Mientras sorteaba todas las acometidas del monstruo flexionó las piernas y, cogiendo impulso, dio un gran salto hasta aterrizar sobre una de las múltiples prolongaciones del monstruo. Corría manteniendo a duras penas el equilibrio y esquivando a otras extremidades que pretendían tumbarle. Saltó a otro tentáculo y tras un último brinco consiguió llegar al oscuro cuerpo del monstruo propinándole una violenta patada giratoria. El monstruo no pareció inmutarse, pero abriendo sus fauces consiguió que el chico perdiera el equilibrio, cayera y fuera azotado por una de las extremidades que lo propulsó lejos del centro de la bestia.

Arthur se estrelló contra el suelo cerca de Alexia, quien todavía permanecía fuera de la batalla. Ella hizo el ademán de ayudarle, pero el chico, alieno al dolor que sentía, se levantó y se apresuró a intentarlo de nuevo. Alexia observó turbada como Arthur se alejaba hacia la contienda otra vez, sin apenas inmutarse. La chica tenía las piernas paralizadas, apretaba los puños y temía desenvainar su estoque para unirse a la batalla. Dio un paso atrás.

“¿Piensas abandonar a un compañero así, bruja? No me extraña que no vayas a ser líder guidaria.”

Recordó las palabras que Tyler había pronunciado. Entornó los ojos. Haciendo de tripas corazón desenvainó el estoque y, aún vacilante, echó a correr hacia el coloso. Adelantó a Stella, vio a Sho caer a su lado, sobrepasó a Tyler, corría osadamente hacia delante. Un tentáculo se estampó contra el suelo delante de Alexia, se detuvo y titubeó, el mismo músculo se estremeció y azotó a la chica haciéndola rodar por el suelo. De bruces e intimidada, no se levantó. Observó el brillante y pulido filo de su estoque. ¿Cuál era su experiencia en todo esto? Pocos combates había librado en su vida y las dudas empezaron a invadir su corazón.

―¡Basta, basta! Esto es inútil ―gritó Tyler. El chico, magullado, hacía señas a sus compañeros―. ¡Repleguémonos!

Se reagruparon a una distancia preventiva. Quien más quien menos había recibido varios golpes y el cansancio empezó a hacerse evidente en la actuación del grupo. Parecía que el monstruo también aprovechaba para tomarse un breve descanso, así que escucharon lo que el vagabundo les quería decir.

―Es evidente que atacar por separado es un despropósito. No obstante he podido hacerme una idea de vuestras habilidades en batalla ―hizo una pausa y ocultando un poco el orgullo que sentía añadió―, creo que soy el que más experiencia tiene en combates reales, por lo que os propongo una estrategia ―nadie dijo nada―. ¡Vale! Creo que el muchachito y yo ―Sho hizo una mueca― somos los que tenemos más ímpetu y aguante. Y, Arthur, aunque creo que tú puedes estar a la par, careces de un arma lo suficientemente contundente para esta ocasión. Por otro lado está claro que tanto en agilidad y velocidad, tú, Stella y Alexia os lleváis la palma.
―Estoy de acuerdo con ello ―dijo Stella―, ¿dónde quieres llegar?
―Tú nos cubrirás a todos con tu látigo desde la retaguardia ―la miró con respeto―, no sé si hiciste algo en el pasado o si tienes un talento innato, pero te defendiste espléndidamente ―la chica asintió y Tyler se dirigió a Sho―. Admito que me llevé una grata sorpresa contigo, está claro que recibiste un excelente adiestramiento. Tú y yo nos ocuparemos de los tentáculos para abrir camino a Alexia y Arthur. Vosotros…
―Huyamos ―le interrumpió Alexia.
―¿Qué?
―¡Que huyamos! Lo hemos intentado y hemos perdido, debemos retirarnos ―la chica respiró hondo―. Hay una línea muy fina entre el coraje y la temeridad.
―¡¿Pero qué…―se enfureció―. ¡¿Y tú pretendías ser líder guidaria?!
―¡Cállate! ―la discusión había alcanzado un grado mayor―. ¡No voy a permitir que nadie me juzgue, ni tampoco que nos lleves a una muerte segura! ¡Y menos siendo un mendigo disfrazado! Además…

Tyler la empujó y se hizo silencio. Los dos se miraron con profunda aversión. Tyler le dio la espalda y mirándola por encima del hombro y con aparente tranquilidad concluyó:
―No es sensatez lo que veo en tu rostro, sino temor y cobardía. Pero me parece que has olvidado cierto envenenamiento por parte de los enanos, ¿quieres morir? Pues muere. Yo no me voy a quedar de brazos cruzados.
―Disculpadme, señorita ―empezó Sho―, pero estoy de acuerdo con Tyler.

Sho y Tyler se encaminaron hacia el monstruo. Stella les siguió. Arthur miró afligido a Alexia y marchó con los demás.

―Arthur ―le llamó el vagabundo―, tú encárgate de herir el cuerpo del monstruo con tu daga. Sé que es algo complicado para una sola persona, pero incluso el más sutil corte en su cuerpo será suficiente para empezar a cambiar las tornas.
―Descuida ―el acróbata miró con determinación el centro del monstruo ―. Acabemos con esto.

Sho y Tyler se precipitaron hacia el monstruo, el cual reanudó el asalto con más fuerza que nunca. Stella, desde la retaguardia, atizaba con furia las extremidades del monstruo haciéndolas retroceder y abriendo paso a los dos chicos. Una de las prolongaciones consiguió impactar cerca de los dos jóvenes, Tyler clavó su lanza en él, inmovilizándolo, y Sho logró, tras un salto, mutilar el gigantesco tentáculo. No tuvieron instantes para celebrar el éxito, pues varios más llegaron hasta ellos.

Tyler sujetó la lanza en horizontal e hizo frente a varios tentáculos que colisionaron contra su arma y empezaron a forcejar para derribarle. Sin ceder y sin levantar los pies del suelo empezó a retroceder, mientras sus grebas se hundían levemente en el fangoso suelo del pantano. Sho por su parte iba esquivando y atacando a los tentáculos, sin conseguir mutilarlos.

Ésa era su oportunidad. Arthur empezó a correr, Stella hizo un esfuerzo para cubrirle. El acróbata dio un par de volteretas, saltó encima de un tentáculo, brincó hasta otro, corrió por él y con todas sus fuerzas lanzó su daga contra el cuerpo del monstruo. Al colisionar contra la mole rebotó sin más perdiéndose en el suelo, sin que el monstruo apenas se inmutara.

Y en aquel preciso instante, uno de los tentáculos, como si se desintegrara, se hizo añicos, atravesado por una impetuosa estocada. Alexia aterrizó en el suelo, esquivó otra extremidad, que rebotó furiosa, se deslizó por encima de ella y, después de un nuevo impulso, acometió de nuevo contra el monstruo, con la punta de su estoque al frente. Su filo se hundió en la piel de la bestia sin la menor resistencia y provocó la aflicción del engendro, que rugió amenazador y empezó a agitar todos los tentáculos con locura. La chica tuvo que retirar su estoque y retroceder para no salir lastimada. El grupo de jóvenes, sorprendido por la súbita entrada de la chica, empezaba a reagruparse. Tyler vio una oportunidad y disparó su lanza contra la herida que Alexia había provocado, donde se quedó clavada. El monstruo rugió de nuevo, descontrolado. Sin darle tiempo a contraatacar, Arthur saltó, sin vacilaciones, encima de la lanza, que se hundió dentro del hermético cuerpo. Rugió una vez, quizá otra, y, finalmente, se desplomó.

―Pensé que no lo íbamos a lograr ―suspiró Arthur, aliviado, mientras recogía su daga del suelo.
―La verdad es que no imaginé que fuera…―el chico hizo una pausa para sacar la lanza de dentro del cuerpo inerte del monstruo―… tan difícil. Qué asco ―hizo una mueca.
―Ha sido increíble, increíble, i-n-c-r-e-í-b-l-e ―deletreó Sho alegre―. Quisiera felicitar a la damisela Alexia por su valentía y habilidad.
―Lo del principio solo fue un ataque de pánico, no volverá a ocurrir.
―Disculpada ―añadió Tyler.
―¿Por qué leches tienes que…
―Lo mejor será que no nos quedemos aquí, podría aparecer cualquier otro bicho raro ―les interrumpió Stella―. Subamos al faro.

El grupo asintió sin más. El faro, tenían que entrar en él para no morir envenenados. Se alzaba ante ellos, antiguo pero majestuoso, sus muros eran recorridos por hiedra y diferentes tipos de plantas trepadoras. La puerta, aun cerrada, cayó por si sola, estaba hecha trizas. No había nada más aparte de una vieja escalera de caracol, subieron por ella durante un buen rato. Era una escalera amplia y bien trabajada, pero algunos escalones estaban erosionados por el tiempo. Llegaron a una primera planta, bastante oscura y polvorienta. En ella había bastantes salas y cuartos, la mayoría prácticamente vacíos, salvo por un extraño estilo decorativo en las paredes.

―Investiguemos un poco por separado ―propuso Stella―, en algún lugar de esta planta debe haber alguna escalera que nos lleve al piso superior.

Se dividieron y empezaron a buscar. Varias veces se cruzaban entre ellos mientras inspeccionaban los distintos rincones de la planta en busca de una continuación.

Stella llegó a una gran sala, bien iluminada, con amplios ventanales en un lado y grandes columnas en el otro. En frente había una especie de altar, con un muro lleno de dibujos en relieve. La chica se acercó, era bello y había despertado su curiosidad. De pronto notó una presencia hostil, se giró bruscamente, sorprendida. Ante ella se hallaba un encapuchado con un afilado cuchillo en mano. Era demasiado tarde para reaccionar, la figura misteriosa se abalanzó sobre ella. Debería haber toda su vida en un segundo de no ser que una lanza bien conocida derribó al atacante, quien cayó al suelo sorprendido. Tyler se precipitó hacía la enigmática silueta, quien se levantó rápidamente de una voltereta, el vagabundo desenvainó su katana a gran velocidad dando un corte horizontal. Al agresor, elástico y veloz, le fue de poco. Varios tajos más por parte de Tyler cortaron el aire en vano. El encapuchado golpeó varias veces al vagabundo que empezó a recular. Intentó contraatacar pero la figura misteriosa se agachó, esquivando el filo de la katana, e intentó tumbarle propinándole una rápida patada en las piernas. El chico permaneció inmóvil, el atacante sorprendido dio una voltereta hacia atrás y se levantó.

―No llevo estas grebas porque sí ―sonrió orgulloso―, cuando doy un paso adelante nunca vuelvo atrás ―el atacante no dijo nada y el vagabundo recogió su arma del suelo―. ¡Ahora empieza lo bueno! Siempre fui más bueno con la lanza que con la espada.

Stella sorprendida no había reaccionado en su momento, pero empezaba a volver en sí. Sacó su látigo y se posicionó cerca de Tyler. El agresor lanzó varios cuchillos con un rápido movimiento, pero la chica ya estaba avisada y le bastó con un simple movimiento de muñeca para que su látigo repeliera toda ofensiva. Los demás miembros del grupo llegaron a la sala y desenvainaron sus armas. El encapuchado al verse rodeados los observó, inquieto. Tras un breve silencio parece ser que decidió pasar a su única estrategia posible. Sacó varios cuchillos en cada mano y acometió, cara a cara, contra Tyler. El chico aceptó el desafío y dio una fuerte estocada con su lanza. Se sorprendió, pero, cuando descubrió las verdaderas intenciones del atacante, que saltó por encima de él y se dirigió hacia el amplio ventanal.

―¡Mierda!

Tyler intentó alcanzar la enigmática figura que se proponía saltar al exterior del faro. Por un instante le alcanzó. Mientras el encapuchado caía fuera del faro vio su rostro. Éste se deslizó por las plantas trepadoras de los muros y logró llegar al suelo del pantano. El grupo solo pudo observar como esa misteriosa persona huía y desaparecía detrás de la maleza del pantano.

―¿Estás bien? ―le preguntó Stella.
―Sí, sólo un poco aturdido…―respondió Tyler algo confuso.

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