El reino de las mil estrellas
El camino siguió sin más incidentes y esta vez más silencioso gracias al alentador cartel que indicaba el nombre de un lugar. Sunaly...a Alexia no es que le pareciera el nombre más original ni interesante del mundo, pero reconocía que haberlo visto había sido como abrirle las puertas al cielo.
—Creo que es la primera vez en todo el camino que nos llevamos bien —comentó una voz grave pero dulce, con una amabilidad que le recordaba a cierto guidario estúpido.
—Es normal si estamos callados —respondió ella —. Tenemos unas ideas tan diferentes que chocamos en cualquier momento.
Arthur se quedó callado y la miró boquiabierto. Ella frunció el ceño, como si acabara de decir algo estúpido y no supiera donde se había equivocado.
—¿Cuántos años decías que tenías?
—Diecisiete.
—Wow. Por un momento me ha parecido que tenías más —lo pensó por un momento y se echó a reír —, como has hablado tan calmada, casi ni te he reconocido.
—¡Eh! Yo puedo hablar calmada si quiero, solo que me cuesta soportar la estupidez humana.
Arthur volvió a reír, pero esta vez más relajado.
—¿Y eso? ¿Has tenido que soportar a muchos idiotas?
—B-bueno... —la joven se ruborizó. Le daba vergüenza admitir que consideraba a todas las personas del mundo unos idiotas y que si de ella dependiera los habría borrado uno a uno, empezando por su hermano —...digamos que sí.
—Vaya. Yo he hablado con mucha gente, y es verdad que en Marlenia hay tantos idiotas como números en mi circo —Alexia se congeló por unos instantes, ¿le estaba dando la razón? —, pero la gente nunca es perfecta, ¿o no?
—Bueno, yo puedo ser perfecto si quiero —comentó Sho, quien llevaba rato tentado por participar también pero temía a la muchacha —. Aprendí de los mejores en Marlenia. Mi madre se encargara de que estuviera bien educado.
—¿Siempre estudiando? ¿No te cansabas? —era extraño, pero Tyler se mostró de pronto interesado por la conversación, probablemente para amenizar el camino.
—Por supuesto, y me he escapado infinidad de veces —por la sonrisa que el noble tenía dibujada en el rostro parecía estar orgulloso de sus palabras, pero sus compañeros no parecían pensar lo mismo —. Si os levantarais a las seis de la mañana como mínimo para hacer duelos de espadas, me entenderíais.
—Bueno, yo me levantaba a esa hora para trabajar en el bar —comentó Stella, recordando los días en los que trabajaba en la ciudad —. No es que me gustara, pero tampoco lo odiaba. Me daba una razón para levantarme, y eso no es tan fácil como lo pintan.
—¿Por qué dices eso? —Alexia no alcanzó a comprenderla.
—Creo que yo puedo responderte a eso —sonrió Tyler, ladeando ligeramente la cabeza —. Yo me levantaba en cualquier callejuela o en la cárcel a la hora que quería, después de todo soy un vagabundo.
—¿Y nunca pensaste en buscar un trabajo? —por el tono de su voz era una pregunta que llevaba tiempo planteada en la mente del acróbata.
—Si, pero no alcanzaba a encajar. Creo que mi destino siempre fue ser un vagabundo —la sonrisa que se esbozaba en el rostro del chico enseguida fue ensombrecida por la expresión de sus ojos, quienes parecían estar ocultando algo. Ella no le miró mucho más de un segundo debido a la presión y buscó la forma de quedar mejor que él.
—Yo no creo en el destino —comentó la joven de ojos verdes —. Si creyera en él, no tendría ninguna razón para seguir en este mundo.
—Eso ha sonado escalofriante —Sho torció el gesto, ligeramente asustado.
—¡Chicos, mirad allí!
El dedo de Stella señalaba una gran espesura en la que los faroles desaparecían y se mezclaban con una intensa niebla grisácea. Tras ella, si se miraba hacia el cielo, podían ver unos árboles de una altura impresionante bloquearles el camino a lo que sería la entrada a Sunaly.
La rubia pateó el suelo.
—¡Mierda!
—No puede ser...
—Tiene que haber un camino alternativo.
—Yo no veo ninguno —Tyler, quien fue el único capaz de articular palabra aparte de la camarera agudizó la vista para buscar una entrada cerca de allí, pero lo único que encontró fueron árboles cada vez más robustos y unidos —. Bah, me niego a rendirme aquí —gruñó al tiempo de adentrarse en la niebla.
—No seas tan gallito, mendigo —masculló Alexia al seguirle.
—Alexia...
—Buf.
—Permítame escoltarla, señorita —Sho hizo una reverencia a Stella antes de caminar. Stella, con una sonrisa de lado, lo siguió.
Cuando se adentraron en la espesura de la niebla sintieron una mezcla de sensaciones extrañas. Mientras que Alexia y Tyler sentían nauseas, Arthur y Sho sentían un hambre más horrible de la que ya tenían, mientras que Stella...
...Stella.
—¿Huh?
La niebla se disipó cuando llegaron a estar a dos metros de los árboles. Mirándolos de cerca su grosor era aun mayor, tanto que acabaron por considerar imposible echarlos abajo y atravesarlos al ver que apenas tendrían dos centímetros de distancia entre ellos.
—¿Esto es todo? —preguntó la joven rubia.
—Me temo que si —respondió Arthur.
—Pero antes ponía que aquí había un...
—En realidad solo ponía "Sunaly" —Tyler terminó la frase de Sho al tiempo que acariciaba con una de sus manos la superficie de madera —. ¿Estaría hablando del "bosque de Sunaly"?
—Tal vez —contestó Alexia, cruzándose de brazos —, o tal vez el "pueblo de Sunaly" está más allá de estos grandes árboles de madera.
—Maldita sea —Sho no tenía intención de dejar que aquellos troncos bloquearan su camino, así que desenvainó la espada y realizó una estocada lateral que apenas hizo un rasguño en la superficie. Todos se miraban con indiferencia, pues esperaban ese resultado desde el principio. El noble suspiró y siguió cortando.
—Oye, déjalo, es inútil —la hermana del líder guidario estaba harta de escucharle cortar de forma inútil.
—¿Acaso tengo algo mejor que hacer?
—Estoy segura que algo mejor que hacer el burro, como buscar una alternativa.
—Ais —a pesar de que sabía que tenía razón, no quería envainar la espada todavía —. ¿Y para esto han servido las clases de espada...? —gruñó mientras obedecía a la chica, sintiendo cierto sudor en su nuca por el esfuerzo. Se llevó una mano a él, y cuando sintió las pegajosas gotas sobre su mano empezó a respirar con fuerza a la vez que sonreía —Vaya por dios, estoy reventado de trabajar —sonrió con satisfacción y buscó un buen lugar donde sentarse —. A diferencia de otros, soy alguien refinado —encontró una seta del tamaño de un asiento, e ignorando el hecho de que era la primera vez que veía una así, se sentó en la misma —y el sudor no es algo que vaya conmi...¡go!
Su frase fue interrumpida por el brusco movimiento de la seta, quien lo echó hacia atrás para que cayera por un hoyo que no estaba antes ahí.
—¡Sho! —gritó el acróbata, quien no perdió el tiempo y corrió hacia allí. Era un hoyo enorme, ¿cómo no habían podido verlo?
—¡Idiota! —le gritó Alexia al hoyo creyendo que Sho le oiría.
—¡Tenemos que salvarle! —dijo Stella, quien ya estaba preparada para saltar al agujero.
—Stella tiene razón, ¡vamos! —gritó Tyler mientras la veía adentrarse en él.
—¿Estáis locos? ¡Puede haber muerto en la caída!
—¿Piensas abandonar a un compañero así, bruja? —le gritó Tyler desde el borde del agujero —. No me extraña que no vayas a ser líder guidaria.
Y saltó, dejando las palabras en el aire, quienes atravesaron el corazón de Alexia como flechas. Su expresión aterrorizada, su corazón palpitando de forma alocada y el sudor de sus manos representaba el horror que acababa de sentir al escuchar sus palabras. Y la flecha que más se había hundido en su pecho era la que sabía que tenía razón, que un líder no abandonaba a los suyos nunca, y ella...
—Vamos, pequeña —sonrió Arthur, quien acariciaba su cabello dorado —, Sho nos espera.
—Ve tú primero, por favor —su voz era débil, tan impropia de ella. El joven asintió y se adelantó, dejándola sola en aquel bosque repleto de arboleda extravagante. Miró hacia otro lado y tocó su rostro frío y suave en el que ahora caía una lágrima. Probablemente se había puesto blanca debido al shock, y ni eso ni su llanto era una satisfacción que iba a ofrecerles —. Te odio, Tyler Nielsen —gruñó mientras se enjugaba las lágrimas, y colocándose en el borde, saltó.
Durante la caída se podían escuchar los gritos intermitentes de los guerreros, pero no era por la caída, sino por su encontronazo a menos de un metro de la caída con lo que parecía ser un tobogán natural de piedra y barro seco que los hacía caer hacia un lugar mucho más profundo. Poco a poco, sintieron que la superficie donde estaban sentados se hacía cada vez más dura y fina hasta que terminó, cayendo al vacío.
—Que dolor de cabeza —fue lo único que se le ocurrió decir a Arthur cuando abrió los ojos. La luz le impedía ver, pero podía sentir la hierba crujir en sus pies y el frescor del rocío de cualquier mañana en Marlenia. Sin embargo, sabía que no estaba allí.
—El que esté vivo que diga algo —la voz de Stella lo hizo sentir más seguro. Si estaba en la boca del lobo, no estaba solo.
—Os odio —y por suerte, Alexia también estaba allí. Reconocía ese punzante mal humor en su voz tan característico.
—Bruja —Tyler también parecía estar bien, aunque derrotado por el trayecto.
La única voz que no oyó fue la de Sho.
Abrió los ojos tímidamente y sintió como los rayos del sol amenazaban con romperle las retinas, obligándole a tapárselos con las manos. Se levantó con dificultad y colocó la palma de su mano en la frente para no verse de nuevo atacado por la luz, y abrió los ojos.
No podía creer lo que estaba viendo. No se trataba de un simple pueblo, era una gran ciudad con árboles más anchos de lo que sus ojos le permitían ver, con una altura que hacía que sus copas se perdieran entre las nubes, y sobre sus gruesos ramajes habían construido casas de madera que simulaban a la seta en la que se había sentado Sho, es decir, morada y con reflejos azulados. No salió de su asombro hasta que Tyler le tocó el hombro.
—Me parece que ya hemos encontrado Sunaly —dijo Tyler con una satisfacción palpable en su rostro.
—Si —sonrió Alexia, quien miraba el paisaje con un brillo en sus ojos que revelaban que estaba pensando lo mismo que Arthur.
—Todo esto es precioso, pero, ¿dónde está Sho?
La alegría del rostro de Arthur se desvaneció.
—No le veo por ninguna parte —respondió Tyler —. ¿Creéis que se ha adentrado en el pueblo?
—Conociéndole, es lo más probable —añadió Alexia con intención de quitarle hierro al asunto —. ¿Por qué no vamos a comprobarlo?
—No podemos ir así como así —protestó Stella —. No sabemos cómo son los habitantes de Sunaly, si es que los hay, ¿y si nos detienen pensando que somos enemigos o la cena?
—¿La cena?
—Yo me adelantaré entonces —anunció Tyler con una sonrisa burlona, demasiado feliz con el hallazgo como para preocuparse de la peligrosidad del mismo. Caminó lanza en hombro unos cuantos metros hasta llegar a lo que parecía ser una plaza de piedra con una fuente de agua cristalina. El terreno rocoso que la rodeaba estaba a su vez rodeado por unas columnas verticales que se unían entre si por rocas horizontales que descansaban sobre ellas. Era sin duda un paisaje idílico que nunca había visto en Marlenia.
Se quedó parado durante unos minutos hasta que vio una casa de ladrillo que se asemejaba más a lo que había en su ciudad. Extrañado por la diferencia, pensó que debía girarse e informar a sus compañeros de ello, así que dio la vuelta y caminó hacia la entrada.
—¡Chicos, no sabéis lo que...uah!
La presión de una cuerda arrastró a Tyler hasta su procedencia, que era la de la casa que tanto le había extrañado. Entonces comprendió que eso era lo que probablemente le había pasado a Sho y trató de evitarlo clavando su lanza en el suelo, ayudándole a resistirse hasta que los demás se dieran cuenta.
Por suerte, Stella fue la que lo hizo.
—¿No está Tyler raro?
—¿Más? —Alexia miró con distracción, pero enseguida se dio cuenta también —, ¡eh, está atado!
—¡Tenemos que ayudarle! —Stella sacó el látigo y corrió hacia él, pero Arthur la paró.
—Si vais vosotras lo probable es que os coja también. Tiene que desatarle alguien rápido.
—¿Tienes alguna sugerencia de quién?
—¿No es obvio? —Alexia enseguida se dio cuenta de sus intenciones, y Stella se dio cuenta cuando el joven acróbata echó a correr hacia la plaza.
Tyler seguía aguantando sobre su lanza, pero las fuerzas le iban dejando cada vez y se habría rendido de no ser por la aparición de Arthur, quien se acercaba corriendo hacia allí con una daga en mano. Perfecto.
—¡Aguanta, Tyler! —gritaba a lo lejos. Pero Tyler no podía aguantar más. Sintiendo que la lanza no daba más de sí, la soltó y se dejó arrastrar hasta una puerta pequeña que se encontraba bajo la puerta principal de la casa. En cuanto el joven estuvo dentro vio como volvían a lanzar la cuerda para atrapar a Arthur.
El acróbata no tardó en saltar de un lado a otro mientras se acercaba a la casa. La cuerda se movía de forma maestra, haciendo movimientos que había considerado imposible en su ciudad natal. Finalmente pudo dar un último brinco hasta una de las ventanas, la cual rompió con una patada giratoria. Se posó en la misma como un pájaro sobre su rama y observó el interior con cautela. A pesar de que estaba ligeramente oscuro distinguía un salón pequeño con un par de sillones marrones y una chimenea. También había una mesa de comedor con unos cuantos asientos, y encima de ella una cesta de frutas de lo más extravagantes. Al ver que no había nadie, Arthur se adentró en la casa.
Buscó la puerta de donde procedía la cuerda, y una vez la encontró se acercó a la misma para ver si encontraba alguna pista más. Sin embargo, lo único que encontró fue la punzante presión de una daga sobre su espalda.
—¡Q-Quieto amigo! —gritaba una voz grave a sus espaldas. El se limitó a poner las manos en alto —, ¡S-Sabio! L-le-le he cogido.
—Muy bien, Trombi, no lo sueltes.
El rubio, quien veía su vida en serio peligro, dio un giro de ciento cincuenta grados a la derecha y movió la pierna para hacerle la zancadilla a su opresor. Cuando vio que no medía ni la mitad que él no pudo evitar quedarse quieto.
—¡O-ouch! ¡E-es-eso duele, b-bruto! —se quejaba el enano, cogiendo su rodilla como si le hubieran disparado.
—Perdona, yo no quería...
—¡A-asesino! H-hu-humano tenías que ser —seguía quejándose él.
—Un momento, ¿qué? De verdad que no era mi intención.
—Ahórrate las excusas, humano —otra voz, mucho más grave que la de su compañero, hablaba desde unas escaleras que daban a una planta superior. Arthur posó sus ojos dorados en el enano anciano que fumaba su pipa allí, mirándolo como si llevara siglos viendo la misma escena una y otra vez y sintiendo el dolor del caído las mismas veces. Eso le hizo sentir mal, así que ayudó a levantarse al que llamaba Trombi —. Lleváis siglos buscando tomar nuestra tierra, ¿no habéis tenido bastante con la brujería que nos obliga a escondernos a ambos?
—Señor, de verdad que no entiendo de que hablan.
—Si, es una buena excusa, humano, pero llevo viviendo más de doscientos años y se lo que me digo. No consentiré que ensuciéis esta tierra con vuestros inventos y patrañas.
—¿Sabe qué? Piense lo que le de la gana, pero nosotros estamos hambrientos, cansados y ahora mismo asustados. Si no somos bienvenidos nos marcharemos enseguida, pero sueltelos.
—¡ja!, fanfarrones hasta el final. Estoy deseando ver como se acercan las muchachas.
—No. ¿Cómo puedo convencerle de que no venimos a molestar?
El silencio reinó en la habitación un par de segundos. El anciano resopló el humo que había estado bailando en sus pulmones durante un buen rato, y poco tiempo después empezó a hablar.
—Hay algo que podeis hacer.
—¡S-sabio! —Trombi parecía realmente sorprendido.
—Si ellos mueren no nos importa, Trombi, los nuestros sí —tras decir eso volvió a mirar a Arthur —. Lejos, en el camino pantanoso, hay un faro que nos daba luz y calor, pero alguien...lo apagó. Quiero que vayas junto a tus amigos y lo arregléis.
—¿Sabéis exactamente por qué se rompió?
—No.
—De acuerdo, pero soltad a Tyler y a Sho.
—¿Así que esos son sus nombres? Bien, eso haré. Tu ve a avisar a tus amigas.
Arthur obedeció y salió por la puerta de la entrada. Ambas parecían muy felices de verle, pero cuando les pidió que entraran se mostraron recitentes. Aun así, obedecieron y escucharon la historia mientras el enano tartamudo les ofrecía té y galletas a todos los presentes. Cuando Tyler y Sho bajaron con el anciano, también tomaron de lo mismo mientras les relataba lo que tenían que hacer.
—¿Estáis de acuerdo con ello? —les preguntó el anciano, dándole otra calada a su pipa.
—Si, pero, ¿y si no lo conseguimos? —por el mal rato que había pasado, Sho no estaba dispuesto a dejar ni un cabo suelto—¿Qué ocurrirá?
—Fácil. Moriréis.
—¿Moriremos?
—E-es-espero que hayan d-disfrutado de su te en-env-envenenado.
—¿¡Qué!? —Alexia se apresuró a soltar la taza y corrió a la ventana para escupir, a pesar de que sabía que eso no contrarrestaría el veneno.
—El veneno te mata en un periodo de tres días. Si para entonces habéis vuelto y vemos nuestro faro encendido, os daré el antídoto y os llevaré a la salida.
—Alimaña —gruñó Stella, mordiéndose una de sus uñas. El sabio la miró.
—Los de vuestra raza lo llaman "instinto de supervivencia" —Sho se removió en su sitio, pero no dijo nada.
—Pues cuando antes empecemos, antes acabaremos —Tyler, a pesar de la presión de la situación, parecía calmado.
—¿Hablas en serio? —la rubia no podía creer que estuviera tan calmado después de haber sido envenenado.
—Totalmente. ¿Por dónde ha dicho que se va a dicho faro?
—Hay un puente colgante en la segunda planta del árbol Aly-Sun. Este os llevará a un pantano. Lo reconoceréis porque es el único que tiene agua púrpura.
—T-ta-también es venenosa —añadió Trombi.
—Muy bien. Os prepararemos una mochila para el camino. No queremos que muráis...al menos, no por hambre.
El anciano se retiró junto a su compañero, dejándolos solos.
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